domingo, 28 de septiembre de 2008

Limalandia: ¡vivan las fiestas!


¿Qué te vas al Perú en invierno? Fue la pregunta de varios holandeses. Claro ellos creen que el invierno en el Perú es como en Holanda. Ni hablar. En Lima, cuando llegamos, hacía 19 grados, mucho más que la primavera holandesa y como regalo del clima tuvimos días soleados.
¿Qué más? Pues no puedo dejar de hablar sobre las invitaciones. La primera de la primera vino de mis amigas del taller de manualidades. Así es, esas “chicas” lindas, generosas y siempre con tiempo para escuchar. A todas ellas va mi cariño, porque simplemente son maravillosas. Y no crean que tienen tiempo de sobra. Todas ellas tienen una vida, familia y muchas tareas que realizan, pero siempre encuentran el huequito amical para saborear un lonchecito. En nuestro reencuento no podía faltar una torta y la supieron escoger en la pastelería D’Silvana, donde hacen unas para chuparse los dedos, además de sus empanadas. A toda esta ricura alta en carbohidratos se unió un pastel de alcachofas, jamón y crema blanca, preparada por doña Elena, con quien siempre intercambio correos electrónicos.
Las chicas, como dije, se pasan de vueltas. Siempre están atentas a esos detalles que uno ya olvida.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Amigos, hermanos y hermanas



Quiero compartir un poco de la vida. A mis amigas Rosanna, Pilar, Melva y Julia y a mis amigos-hermanos Rubén, Johnny y Clorinda.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Cuando los males vienen y debes cumplir tareas

Solo para contarles que estuve super mal la semana pasada. Ya desde el martes sentía que mi garganta iba creciendo de a pocos, hasta que se puso roja y comer empezaba a ser una tortura, pero dije (para levantarme el ánimo, como me recomienda mi comadre Rosanna) ya pasará.

El jueves 11 tuve mi examen de holandés en el ROC (Regionaal Opleidingen Centrum, un instituto para adultos migrantes) que queda en Leiden. Descubrí que mi holandés (los tres meses que estudié en el 2007) no estaba oxidado. Hablé, escribí, escuché y cometí errores como cancha, pero con todo me pusieron en el nivel 2 rápido, porque parece, según la prueba sicotécnica que me hicieron, aún en mi cerebro se alojan algunas neuronas que sirven para aprender idiomas. Hasta allí todo bien. El día fue soleado, con 16 de temperatura, un viento bárbaro.

Por la tarde entrevisté a los peruanos que hicieron un himno para la ciudad de Amsterdam, casi dos horas conversando de sus experiencias, que me transportaron a otro mundo, al que me gusta ir, en el cual puedo manejar lo que sé, es decir, escribir, preguntar e imaginar. De allí otra vuelta a la realidad y parece que en el trayecto el aire, el frío y no sé que más jugaron en mi contra. Amanecí con fiebre, con el cuerpo adolorido como si me hubieran dado de golpes, la cabeza me daba vueltas y para culminar me dolían los ojos. Ese dolor es realmente el primero que en mi vida que he sentido, que feo, parece que se van a salir los ojos de su órbita.

Por supuesto no pude ir a dejar a mi hija al colegio, nos despertamos tarde, la casa patas arriba, yo temblando porque del calor pasaba a los escalosfríos y solo estábamos las dos. Así que preparé lo que pude, un desayuno así no más y de vuelta a mi cama. Termómetro a la mano, papel, mi pote de Mentholatum traído desde Limalandia y a ver televisión. Pero la fiebre hizo de las suyas
y comencé a temblar como terremoto de Ica y ni me podía mover. Brenda me traía agua en sus vasitos para tomar, ella es asi tan compadecida siempre con la mami y me decía "duerme yo te despierto después". Así que para bajar la fiebre me rendí ante dos Panadol que me tumbaron.

Así entre 39 grados y 38 pasé el viernes (gracias era viernes), a esta fiebre se asoció el dolor agudo de garganta, los gangleos inflamados y no me quedó otra que consultar al doctor vía e mail, pero no al de aquí, sino a mi hermano, quien me dijo es hora de los antibióticos. !Y santa maravillas! Con la primera Amoxicilina cayó la barricada de flema verde que tenía impregnada en la faringe, sentí un gran alivio, luego el color rojo al día siguiente cambió a rosado y parece que gané la batalla a virus y bacterias, porque día a día estoy mejorando.

Espero no enfermarme, aunque parece que mi punto débil, por estos lares, es la faringe. Es tiempo creo de tejer una bufanda de lana anti todo, anti viento y anti stress.

sábado, 6 de septiembre de 2008

¡Ay Lima como has cambiado y su gente también!


Mis disculpas por el largo silencio en este blog. Lo que pasa es que nos fuimos al Perú y como la vida allá es tan rápida, no deja tiempo para sentarse a escribir, sino uno tiene que correr para alcanzar el día. Han sido realmente unas vacaciones inolvidables, cuánta gente, cuánto cariño, cuánto he movido la boca para conversar. Si pudiera contar mis palabras, creo que llegué al infinito, al número jamás pensado. Así me siento. Millonaria en palabras, expresiones, además de todo lo vivido y visto. Lima está cambiando, pero da miedo este cambio.
A ver lo primero de lo primero. Lima desde el aire se ve gris, más pobre y abandonada, al menos la parte en que se ve desde el avión. Los pocos campos de cultivo, que rodean el aeropuerto, en junio ni siquiera tienen el color de la tierra, están grises, pero eso no importa para los turistas (en mi avión venían chinos como miércoles, también españoles que ni sabían que se venían en invierno y venían ligeros de ropa, según ellos para gozar de la playa ¿?). Muchos del lado en que yo viajaba intentaban las fotos más estrafalarias de las que he sido testigo en mi vida.
Nuestro aeropuerto es chiquito y acogedor, pero le faltan más señales, los viajeros dudan en seguir la línea o desviarse cuando están de tránsito. Lo bueno de todo es que si te ven con niños inmediatamente te llevan a otra cola y así te ahorran la larga espera. Esa fue nuestra suerte, al menos ganamos algo de tiempo, que lo perdimos al esperar la llegada de las maletas, las cuales dicho de paso, estaban gordas de tanto queso holandés, chocolates, regalos y juguetes de mi hija.
El cambio de horario jugó sus malas pasadas, puesto que como dice mi hermano, sólo me llevó 6 horas en llegar a Lima, claro uno deja a las 10 am Amsterdam y llega a Lima a las 4 de la tarde del mismo día, pero hay que tener en cuenta que existe una diferencia de 7 horas y eso te lo cobra el cuerpo de a poquitos, sin que te des cuenta. Así que mientras en Lima todo es diversión yo sentía que los ojos se me iban para atrás y hacía, de seguro, alguna mueca como en el Exorcista, porque mis amigas me decían “oye mejor descansa, no?”.
En cambio para los niños todo es como un juego. Tienen una facilidad para adaptarse, que da envidia. Ven la noche y cierran sus ojitos. En esta oportunidad me duró 4 días volver a un horario normal, sin desvelarme por los ronquidos que hacía mi estómago exigiendo comer algo a las 3 de la madrugada. Pienso que ya son los años que me están cobrando la factura de los maltratos al cuerpo y las largas jornadas de boleto que uno asume con un lujo y desparpajo, cuando tiene 20 y 30.
Bueno, siguiendo con los cambios que observé en Lima, quiero destacar los edificios. Jesús María creo que ha sido uno de los distritos con mayor número de solicitudes de estas moles y hasta que por fin cayeron en mi cuadra. Lo que fue antes una casona de cemento, ocupada por una empresa minera y antes por una familia de nombre con cuna, fue tirada abajo en dos días, según me contaron los vecinos en su afán de ponerme al día. Ahora se elevará allí un edificio de 15 pisos, con depas que no dejan ingresar a un cama King en el cuarto principal y si uno logra ponerla, ya no hay espacio para ningún mueble y tampoco para salir, hay que saltar hacia la puerta. Cuando llegué, la construcción estaba en el segundo piso, cuando nos fuimos iban por el sexto. A ese ritmo, estará listo para fin de año, pero el folleto dice que la entrega es en marzo del 2009.
También en este corto tiempo pude retomar los sabores limeños, la causa con atún, nuestra papa amarilla flotando en un caldito para aliviar los malestares estomacales, un buen tacu tacu con su sábana de pescado frito más, los sanguches de Gastón, las delicias de la pastelería D’Silvana, los lonchecitos en el geriátrico de la Panadería San Antonio o en el Vladi. Le entré a todo y unos días antes de partir, la naturaleza hizo de la suyas. Ahora ando cocinando sopitas para que mi estómago se reponga.
Claro faltaron más huecos por conocer y volver, pero eso ya lo tengo apuntado en mi agenda para la siguiente visita.
De la gente. ¿Qué puedo decir sin olvidarme de la felicidad que me da la familia y los amigos de la vida? Pues que quisiera meterlos a todos en la maleta y traerlos para que compartan conmigo un poco de la rutinaria vida en Europa. Aquí nadie te cae así nada más, todo es previa cita. En cambio en Lima, un fonazo y se prepara una buena taza de café, unos pancitos calientes de la panadería de la esquina con su jamón y queso y listo. Esto es lo que extraño: compartir los momentos, una tarde también con cielo gris, una mañana del sábado para ir al mercado y comprar tu pollo fresco, todavía tibio después de haberle dado el golpe de gracia. Ni siquiera esto lo puedes ver por aquí, el pollo viene congelado por partes. Y ni hablar si es fresco, posiblemente lleva frío una semana.
Si pues los amigos, dirán. Cuando pienso en la gente de mi promoción de la UNMSM, suspiro. Han pasado dos décadas y nos vamos a una tercera, brrr que me da escalosfríos pensar cuánto tiempo y cuántas vivencias. A todos ellos no los pude ver, tampoco a mi profe querido a MJO, es decir a Manuel Jesús Orbegoso, de quien guardo muchos recuerdos y prácticas recomendaciones.
Ni qué decir de mis tías las Paquitas, es que viven tan lejos que visitarlas es como irme de un extremo de Holanda al otro. Pero conversamos por teléfono y soy testigo de sus avances con la tecnología, ya usan Internet y hasta tienen correo. Eso me ha dado mucha alegría porque leerán este artículo y sonreirán cuando vean que las menciono.
Pero así como mucha gente vino a la casa, me llamó o al menos tuvo la intención de hacerlo, tuve decepciones o creo que recree sobre la importancia que podría significar “mi visita” a Lima, porque en el fondo tenía la esperanza de poder compartir, conversar y contar todo eso que no se puede decir a través de las palabras, sino que sale allí en medio de una taza de café y un kekito. Me dolió. Me sentí defraudada, rezagada en los corazones de estas personas, que claro con justa razón tienen que hacer sus vidas y deben trabajar, porque parte de nuestra existencia la pasamos trabajando, soportando horarios, asumiendo errores de otros o a veces cometiéndolos. Si pues, ni modo, me tragué ese sabor amargo de la decepción, quizás como he dicho, alimentada por un recuerdo de los años pasados, cuando eramos más libres y no había parejas, ni hijos, solo estudio y un trabajo mucho más fácil que ahora. Ya pasará y he aprendido la lección para la próxima vez.