sábado, 6 de septiembre de 2008

¡Ay Lima como has cambiado y su gente también!


Mis disculpas por el largo silencio en este blog. Lo que pasa es que nos fuimos al Perú y como la vida allá es tan rápida, no deja tiempo para sentarse a escribir, sino uno tiene que correr para alcanzar el día. Han sido realmente unas vacaciones inolvidables, cuánta gente, cuánto cariño, cuánto he movido la boca para conversar. Si pudiera contar mis palabras, creo que llegué al infinito, al número jamás pensado. Así me siento. Millonaria en palabras, expresiones, además de todo lo vivido y visto. Lima está cambiando, pero da miedo este cambio.
A ver lo primero de lo primero. Lima desde el aire se ve gris, más pobre y abandonada, al menos la parte en que se ve desde el avión. Los pocos campos de cultivo, que rodean el aeropuerto, en junio ni siquiera tienen el color de la tierra, están grises, pero eso no importa para los turistas (en mi avión venían chinos como miércoles, también españoles que ni sabían que se venían en invierno y venían ligeros de ropa, según ellos para gozar de la playa ¿?). Muchos del lado en que yo viajaba intentaban las fotos más estrafalarias de las que he sido testigo en mi vida.
Nuestro aeropuerto es chiquito y acogedor, pero le faltan más señales, los viajeros dudan en seguir la línea o desviarse cuando están de tránsito. Lo bueno de todo es que si te ven con niños inmediatamente te llevan a otra cola y así te ahorran la larga espera. Esa fue nuestra suerte, al menos ganamos algo de tiempo, que lo perdimos al esperar la llegada de las maletas, las cuales dicho de paso, estaban gordas de tanto queso holandés, chocolates, regalos y juguetes de mi hija.
El cambio de horario jugó sus malas pasadas, puesto que como dice mi hermano, sólo me llevó 6 horas en llegar a Lima, claro uno deja a las 10 am Amsterdam y llega a Lima a las 4 de la tarde del mismo día, pero hay que tener en cuenta que existe una diferencia de 7 horas y eso te lo cobra el cuerpo de a poquitos, sin que te des cuenta. Así que mientras en Lima todo es diversión yo sentía que los ojos se me iban para atrás y hacía, de seguro, alguna mueca como en el Exorcista, porque mis amigas me decían “oye mejor descansa, no?”.
En cambio para los niños todo es como un juego. Tienen una facilidad para adaptarse, que da envidia. Ven la noche y cierran sus ojitos. En esta oportunidad me duró 4 días volver a un horario normal, sin desvelarme por los ronquidos que hacía mi estómago exigiendo comer algo a las 3 de la madrugada. Pienso que ya son los años que me están cobrando la factura de los maltratos al cuerpo y las largas jornadas de boleto que uno asume con un lujo y desparpajo, cuando tiene 20 y 30.
Bueno, siguiendo con los cambios que observé en Lima, quiero destacar los edificios. Jesús María creo que ha sido uno de los distritos con mayor número de solicitudes de estas moles y hasta que por fin cayeron en mi cuadra. Lo que fue antes una casona de cemento, ocupada por una empresa minera y antes por una familia de nombre con cuna, fue tirada abajo en dos días, según me contaron los vecinos en su afán de ponerme al día. Ahora se elevará allí un edificio de 15 pisos, con depas que no dejan ingresar a un cama King en el cuarto principal y si uno logra ponerla, ya no hay espacio para ningún mueble y tampoco para salir, hay que saltar hacia la puerta. Cuando llegué, la construcción estaba en el segundo piso, cuando nos fuimos iban por el sexto. A ese ritmo, estará listo para fin de año, pero el folleto dice que la entrega es en marzo del 2009.
También en este corto tiempo pude retomar los sabores limeños, la causa con atún, nuestra papa amarilla flotando en un caldito para aliviar los malestares estomacales, un buen tacu tacu con su sábana de pescado frito más, los sanguches de Gastón, las delicias de la pastelería D’Silvana, los lonchecitos en el geriátrico de la Panadería San Antonio o en el Vladi. Le entré a todo y unos días antes de partir, la naturaleza hizo de la suyas. Ahora ando cocinando sopitas para que mi estómago se reponga.
Claro faltaron más huecos por conocer y volver, pero eso ya lo tengo apuntado en mi agenda para la siguiente visita.
De la gente. ¿Qué puedo decir sin olvidarme de la felicidad que me da la familia y los amigos de la vida? Pues que quisiera meterlos a todos en la maleta y traerlos para que compartan conmigo un poco de la rutinaria vida en Europa. Aquí nadie te cae así nada más, todo es previa cita. En cambio en Lima, un fonazo y se prepara una buena taza de café, unos pancitos calientes de la panadería de la esquina con su jamón y queso y listo. Esto es lo que extraño: compartir los momentos, una tarde también con cielo gris, una mañana del sábado para ir al mercado y comprar tu pollo fresco, todavía tibio después de haberle dado el golpe de gracia. Ni siquiera esto lo puedes ver por aquí, el pollo viene congelado por partes. Y ni hablar si es fresco, posiblemente lleva frío una semana.
Si pues los amigos, dirán. Cuando pienso en la gente de mi promoción de la UNMSM, suspiro. Han pasado dos décadas y nos vamos a una tercera, brrr que me da escalosfríos pensar cuánto tiempo y cuántas vivencias. A todos ellos no los pude ver, tampoco a mi profe querido a MJO, es decir a Manuel Jesús Orbegoso, de quien guardo muchos recuerdos y prácticas recomendaciones.
Ni qué decir de mis tías las Paquitas, es que viven tan lejos que visitarlas es como irme de un extremo de Holanda al otro. Pero conversamos por teléfono y soy testigo de sus avances con la tecnología, ya usan Internet y hasta tienen correo. Eso me ha dado mucha alegría porque leerán este artículo y sonreirán cuando vean que las menciono.
Pero así como mucha gente vino a la casa, me llamó o al menos tuvo la intención de hacerlo, tuve decepciones o creo que recree sobre la importancia que podría significar “mi visita” a Lima, porque en el fondo tenía la esperanza de poder compartir, conversar y contar todo eso que no se puede decir a través de las palabras, sino que sale allí en medio de una taza de café y un kekito. Me dolió. Me sentí defraudada, rezagada en los corazones de estas personas, que claro con justa razón tienen que hacer sus vidas y deben trabajar, porque parte de nuestra existencia la pasamos trabajando, soportando horarios, asumiendo errores de otros o a veces cometiéndolos. Si pues, ni modo, me tragué ese sabor amargo de la decepción, quizás como he dicho, alimentada por un recuerdo de los años pasados, cuando eramos más libres y no había parejas, ni hijos, solo estudio y un trabajo mucho más fácil que ahora. Ya pasará y he aprendido la lección para la próxima vez.

4 comentarios:

supay dijo...

Bueno Patricia que bien que ya estes de vuelta así el blog marchará más seguido. Me da envidia (de la sana eh!) tú regreso a Lima, lo que me resulta gracioso es que en España para levantar un edificio de 6 u 8 pisos se demoran como dos años mínimo, veo que en Perulandia la cosa anda más rápido. Un dato más que me confirma lo "trabajadores" que son los amigos españoles, jajaja.
Nada, que tengas un buen regreso a tus labores y ya te tengo linkada en mi blog.
aludos!

Martin dijo...

Espero visitar mi tierra el 2009 y tener tambien un reencuentro feliz. A proposito de la industria de la construccion, el 2007 vi bastantes construcciones de edificios de departamentos paralizadas en Miami por falta de compradores. Observacion aparte, no te parece que el termino "miercoles" podria ser malentendido? Tal vez es mejor usar un sinonimo menos controversial.
Martin

Patricia Altamirano dijo...

Ok Martin se agradece el comentario. Si pues son vocablos que los peruanos solo entendemos. Mejoraré. gracias!

Silvia Sachun dijo...

Paticita, qué gusto saber de ti. Efectivamente Lima está en crecimiento vertical, acabo de comprar un depa :) pequeñito, como yo :) Cuando vengas de nuevo a Perú, nos tomaremos un vinito. Cariños y sigue escribiendo, por un momento dejé mis quehaceres laborales y tus comentarios me transportaron a un ciberespacio.
Silvia